Blanca Nieves estaba muerta, la vieja que llegó a casa pidiéndole ayuda, era su malvada madrastra, la engañó, dándole una manzana envenenada y la mató.
Los enanitos, muertos de dolor, acompañaban su cuerpo sin vida en el bosque.
Milagrosamente un Principe por allí pasó, la vió tan bella, que sin poder contenerse, un beso de amor le dió. Fué un milagro, pues en ese momento, Blanca Nieves despertó.
Pidiendole permiso a los enanitos, la montó en su caballo y a galope se la llevó. Estuvieron mucho tiempo disfrutando de su amor, pero un día el Principe llorando a Blanca Nieves encontró.
-¿Que te pasa mi amor? -le preguntó.
-Ella muy apenada, le contestó. -Cuando pienso en los enanitos, muy triste me quedo yo, volverlos a ver quisiera.
-¿Solo es esa tu tristeza?, pues muy pronto los veras, -el Principe le contestó. Y montándola en la carroza, al bosque se la llevó.
Cuando llegaron a su casa, los ojos de Blanca Nieves, se llenaron de alegria. Como estaban en la mina, Blanca Nieves aprovechó para limpiarles la casa y hacerles la comida.
Cuando los enanitos llegaron, no se lo podían creer, pues ellos pensaban, que no la volverían a ver y fué pasando el tiempo llenos de felicidad.
Un día, Blanca Nieves, una noticia les tenía que dar, muy pronto un Principito tendrían para jugar. Pasó el tiempo y así ocurrió.
Como los enanitos eran ya viejecitos, Blanca Nieves se los llevó a Palacio y allí vivian, desde que dejaron de trabajar en la mina.
Los enanitos mimaban al Principito.
EL MUDITO le enseñaba a hablar por señas, y el Principito que bién lo pasaba.
EL GLOTON siempre caramelos le daba.
EL DESPISTADO siempre que pasaba por su lado, le decía ¿ahí estabas?
EL CASCARRABIAS cambiaba la cara, cuando al Principito miraba.
EL GRUÑON también cambió, pero es al que más le costó.
EL TARTAMUDO no pudo cambiar, cuando lo llamaba le decía, PRIN, PRIN, PRIN... y el Principito se moria de risa.
EL BONACHON hacía todo lo que el Principito le pedia.
Así formaron una gran familia, viviendo felices el resto de sus días.
La madrastra murió, muerta se la encontraron, pues por una montaña cayó y se despeñó.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado y yo con mi imaginación otro final le he dado, espero que os haya gustado.
ROSARIO LLORCA - Trabajo nº 8
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